julio 26, 2006

diario Epoca
Evita: la mujer que combatió de manera frontal la injusticia

Se conmemora en la fecha el 54 aniversario de su paso a la inmortalidad. Evita renace cotidianamente, cada vez que un hombre o una mujer de nuestro pueblo, convertido en pasión y lucha, se alza contra cualquier injusticia.
María Eva Duarte de Perón- Evita para su pueblo- motor del proceso social que registraba la Argentina- desde 1945- pasaba a la inmortalidad un 26 de julio de 1952- a las 20,25. El pueblo se estremeció acongojado. Junto al dolor, nacía el mito que Ella misma había anunciado, cuando predijo que el pueblo, la convertiría en su bandera.
Si el destino, es “ encadenamiento de los sucesos considerados como necesarios y fatal”, como “ fuerza desconocida que obra sobre los hombres y los sucesos” sin temor a equivocarnos podemos decir que María Eva Duarte de Perón, fue una predestinada.
Fue de aquellas personas que el fin de sus vidas no les sorprende, ya que han vivido en el vértigo creativo, muy por encima de sus contemporáneos, presintiendo, palpando en sus urgencias, la proximidad de su finitud. Ello les permite asumir con total serenidad su próxima desaparición, mirar hacia atrás, hacer el balance y morir en absoluta paz.Evita, ha sido por derecho propio una de esas personas. ¿Qué más pudo plantearse como objetivo vital que lo que fue?. Salvo la reiteración en el tiempo de lo logrado, nada más parece imaginable.
A 54 años de su muerte Evita vive, eterna en el corazón de su pueblo. No es desde lo externo y textual, pero tampoco estableciendo estériles polémicas, que su simbolismo se preserva, olvidando que desde hace más de cinco décadas, No fue ni cenicienta ni pigmalión, ni muñequita del brazo de su príncipe, ni trabajosa modelación de su protector. Su enorme atractivo, la fascinante imantación que produce su figura, remite a esta excepcionalidad de una mujer, de talento innato, pasión visceral y visión sin grises, sólo blancos y negros en su frontal combate contra la injusticia, motorizada por una enorme rabia nacida del amor a sus semejantes, es decir, a los que se le asemejaban: los desheredados de la tierra. El general Perón es una de sus evocaciones que hizo de Evita escribió desde el exilio “ tenía luz en los ojos. Era capaz de todo por su pueblo. Luchó hasta morir por ellos, por los descamisados”.“Tengo una ambición, una sola y gran ambición personal. Que de mi se diga cuando se escriba el capítulo maravilloso que la historia seguramente dedicará a Perón, que hubo al lado de Perón una mujer que se dedicó a llevarle al presidente las esperanzas del pueblo, que luego él convertía en hermosas realidades” sostuvo Evita.El pueblo la llamaba cariñosamente Evita “ Nada más que Evita quise ser cuando me decidí a luchar codo a codo con los trabajadores” había afirmado a manera de despedida y desde su lecho de enferma el 31 de agosto de 1951, al renunciar a la candidatura a la vicepresidencia de la Nación.
En General Viamonte, partido bonaerense de Los Toldos, el 7 de mayo de 1919- en plena Semana Trágica- , la recién nacida no podía indudablemente imaginar que unos 30 años después- en la flor de su apogeo y juventud, amada e idolatrada, odiada y escarnecida al mismo tiempo por la oligarquía- pronunciaría aquella desgarradora despedida.Fue creciendo y comprobando la desolación que la rodeaba, emparentada con un creciente sentimiento de rebeldía ante la injusticia y la omnipresencia del poderoso. Esa realidad sellaría definitivamente su destino.
La marginalidad y el caudillismo político corrían las esperanzas de un pueblo olvidado y sumergido. Eran tiempos del oprobio, de empanadas y vino, del voto cantado, del “ usted ya votó”, del garrote y la imposición, del caballo del comisario, de la entrega y el usufructo minoritario de la chacra.Epocas a las que María Eva nunca se resignó. Epocas que marcaron para siempre su niñez y adolescencia. Un destino trágico selló su vida, un destino casi dibujado de antemano.Vio la luz, en plena Semana Trágica, en ese tiro al blanco contra los obreros a los que luego levantó de las tinieblas del abandono y engaño.
Llegó a Buenos Aires desde Junín, en 1935, cuando el pueblo estupefacto era un pañuelo de lágrimas por la desaparición de Carlos Gardel y conoció al hombre de su vida y realizador de sus sueños juveniles en enero de 1944, cuando San Juan fue víctima del encono y de la ira de la tierra. Un fuerte terremoto azoló esa Provincia.
Ningún discípulo del tres veces presidente constitucional, el teniente general Juan Domingo Perón, llevó adelante con tamaña unidad de concepción y de acción el filosófico concepto biológico peronista “ quien renuncia a la política, renuncia a la lucha y quien renuncia a la lucha renuncia a la vida porque la vida es lucha”.
Ella dibujó por primera vez en el país, una sonrisa en los rostros infantiles y seniles. Inundó la República de hogares- escuelas, de escuelas de tránsito, de ciudades infantiles, de barrios obreros ( aquí en Corrientes los barrios Perón y Evita), de clínicas, hospitales y policlínicos, de colonias de vacaciones, de una legislación avanzada que reivindicó, entre otras cosas, el derecho femenino al voto.
Evita dignificó y entregó a manos llenas, amamantó la felicidad popular, palpó la devoción por su figura y la del líder, sin necesidad de estadísticas o empresas consultoras. Sus guarismos preelectorales se medían por concretas realizaciones, precisamente porque en ella se había hecho carne aquello de que “ mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar”.
No necesitó de retóricas no sofismas ni debió recurrir a solicitadas o anuncios espectaculares. Su obra estaba allí, desde la Fundación que llevó su nombre, desparramada a lo largo y a lo ancho del país. Fue conciencia argentina, mística revolucionaria, fe y pasión, mito y leyenda, realidad y concreciones, el brazo ejecutor del poderoso y fértil mapa imaginativo de la intelectualidad de Perón.
Ningún otro caso hay en nuestra historia de paralelismo e identificación entre el sujeto individual y el sujeto colectivo popular, del grado de Evita. El general Perón interpretaba al pueblo, lo conducía y protegía, pero Ella era el mismo pueblo.
Habían nacido juntos en su nueva identidad, ya no eran un número o una cosa. Renacían los trabajadores, se llamaban “ descamisados”. María Eva se llamaba Eva Perón: el prodigio de la transformación simultánea y su realización en el peronismo. Evita y el pueblo maduraron juntos en su conciencia como sujetos de la historia y entre ambos no hubo ni distancia ni gesto diferenciador. Por ello, durante la vida de ella, el movimientismo político como forma de estructura del líder con el pueblo, tuvo su momento de mayor perfección: Evita en tanto pueblo, al lado del general, creaba algo más que un efecto ilusorio, era la ínsita presencia colectiva junto a Perón. Generaba la inmediatez.Jefe- masa, puesto que ella era masa. Y era Evita la que producía el fenómeno regeneracionista en tanto implicaba la dignificación colectiva.
En 1955 la contrarrevolución del 55 deponía al gobierno de Perón, arrasaba con las conquistas sociales y secuestraba su cadáver, para descargar en él todo el odio irracional de la oligarquía y los militares. Después vendrían los años más difíciles de nuestra historia, pero eso es otra historia.Dijo el poeta José María Castiñeira de Dios, haciéndole hablar a Evita: ”yo he de volver, como el día, para que el amor no muera, con Perón en mi bandera, con el pueblo en mi alegría. Que pasó en la tierra mía desgarrada de aflicciones? Porque están las ilusiones quebradas de mis hermanos?. Cuando se junten sus manos, VOLVERE Y SERE MILLONES”.