enero 22, 2007
De Perón y la Triple A a Kirchner
Así como en sus últimos meses de vida el presidente Perón se cansó de las presiones de la izquierda de su movimiento, Kirchner habilitó una revisión política y judicial de las represalias que la derecha peronista tomó contra Montoneros. El pedido de detención de Isabel es parte de un cambio de criterio inédito desde la restauración democrática.
Mediodía del sábado 4 de diciembre de 1993 en el patio cubierto de la Escuela 221 de Santa Rosa, La Pampa. La Convención Nacional del radicalismo se apresta a aprobar por mayoría el Pacto de Olivos, el acuerdo que iba a permitir la reforma de la Constitución Nacional para habilitar la reelección consecutiva del presidente Carlos Menem. Leopoldo Moreau, en defensa del acuerdo de Raúl Alfonsín con el menemismo, responde a Jorge Vanossi, quien minutos antes había dicho: "Lo que aquí está en juego es la reelección del sátrapa". Dice Moreau, también conocido como "el marciano": "Resulta extraño que los que se escandalizan con este acuerdo sean los mismos que protagonizaron acuerdos con el peronismo y bailaban con ‘el Brujo’ (por José López Rega) mientras la Triple A desaparecía a nuestros compañeros". La democracia restaurada estaba a punto de cumplir 10 años. La réplica de Moreau a los viejos dirigentes que en la década de 1970 secundaban a Ricardo Balbín se convertía en una de las escasas referencias públicas de un dirigente político a la tragedia que precedió al gran drama abierto con el golpe militar del 24 de marzo de 1976. La de Moreau había sido una alusión apenas incidental, una "chicana" para responder en medio de una polémica por otro tema. Un largo silencio. No era una casualidad tanto silencio. Hasta la llegada de Néstor Kirchner, la relectura del ciclo 1973-1976 fue desdeñada por todos los presidentes democráticos. Sólo reaparecía en los discursos de abogados de represores o de apologistas de la dictadura para justificar las atrocidades del gobierno militar como una continuidad de lo iniciado por el peronismo, vía decreto del presidente interino Ítalo Luder en el que se ordenaba "aniquilar" al terrorismo. Por su magnitud y porque son el desgarrón más trágico de la historia del país, los grandes crímenes de la etapa militar eclipsaron la etapa menos explicada y explicable del peronismo con Perón, autodefinido como un "león herbívoro" en sus últimos años. En su lucha por terminar con el exilio que le habían impuesto luego de ser derrocado en 1955, y por recuperar los derechos políticos que le habían conculcado a su movimiento, el general alentó la violencia. Montoneros fue sólo la más importante y numerosa de "las formaciones especiales", eufemismo con el que el propio Perón designaba a los grupos que pugnaban por su regreso desde la clandestinidad. Con achaques propios de un hombre de más de 70 años, Perón regresó para retomar el poder en 1973. Allí descubrió que Montoneros se le había ido de las manos y que funcionaba con una estrategia política propia. En público y en privado los desautorizó una y otra vez, molesto por la preeminencia que tenía Montoneros durante el corto gobierno de Héctor J. Cámpora. El fin del ciclo de "el Tío" implicó un fuerte corrimiento al centro político impulsado por Perón, cuya candidatura presidencial y regreso al poder fue interpretado entonces como la única variante para pacificar y equilibrar a los sectores políticos y económicos en pugna, dentro y fuera del justicialismo. Perón maldijo y lloró en público la muerte de uno de sus hijos políticos más queridos, el secretario general de la CGT, José Rucci, asesinado a balazos el 25 de setiembre de 1973. "Me cortaron las patas", dijo Perón cuando descubrió que los militantes montoneros celebraban a la luz del día la eliminación del gremialista. Diego Maradona, otro mito argentino, usaría la misma frase cuando descubrieron que se había dopado para jugar el Mundial de Estados Unidos, en 1994. Entre el poder y la muerte . El atentado a Rucci fue apenas 17 días antes de que el viejo general asumiera su tercer y último mandato presidencial secundado por su esposa, María Estela Martínez, rebautizada "Isabel". Ella y López Rega integraban el núcleo básico de allegados. Con ambos, Perón había vivido, en la década previa a su regreso, en Puerta de Hierro, una casona madrileña ya demolida de la que en Córdoba hay dos objetos que la recuerdan. Son las farolas que José Manuel de la Sota colocó en la casa que hoy ocupa su ex esposa Olga Riutort, frente al lago San Roque, en Villa Carlos Paz. Isabel es la única sobreviviente de ese trío que tenía en Perón a su referencia excluyente. López Rega murió en prisión pero sin sentencia, el 9 de junio de 1989. Alfonsín tambaleaba por la hiperinflación y Menem se preparaba para asumir anticipadamente su mandato, un mes después de la muerte de creador de la Triple A. La resistencia de Perón a girar radicalmente a la izquierda tuvo una traducción armada que nació en ese entorno. Nadie pudo determinar jamás que Perón haya organizado la Alianza Anticomunista Argentina, conocida como Triple A, como tampoco nadie discute que su fundador fue "Lopecito", "el Brujo" o "el hermano Daniel", quien ofició simultáneamente como mucamo, secretario privado y ministro preferido de Perón. En defensa del general, se insiste desde entonces que era un hombre enfermo, manejado por López Rega, ex cabo de la Policía Federal autor de libros de esoterismo. La Triple A firmó su primer ataque apenas dos meses después del asesinato de Rucci. El 21 de noviembre de 1973 volaron el auto del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, quien se salvó de milagro. Dos meses antes de morir el 1º de julio de 1974, el presidente fue explícito en su rechazo a la "patria socialista" que le reclamaba Montoneros. Fue en el discurso en el que reivindicó la lealtad del sindicalismo y que la memoria colectiva registra equivocadamente como el día en que Perón echó a Montoneros de la Plaza de Mayo. En realidad, fueron ellos los que decidieron irse envueltos en una soberbia que ya no abandonarían. La muerte de Perón abriría el ciclo que terminaría en el golpe de marzo de 1976. Desde entonces, los choques internos en el peronismo fueron la apertura de la "teoría de los dos demonios", que consiste en la torpe simplificación de poner en un pie de igualdad los crímenes cometidos por la izquierda guerrillera con el terrorismo ejercido desde el Estado. Néstor Kirchner y Cristina Fernández eligieron el exilio interno a marcharse del país. Apuraron sus estudios en La Plata y se instalaron en Santa Cruz, la provincia natal del muchacho. Eran parte de la enorme masa de jóvenes que militaban en el peronismo y que gritaba que si "Evita viviera, sería montonera". Jamás volvió a repetirse una experiencia de participación política tan multitudinaria ni activa. Alfonsín recorta la historia. Antes de asumir el poder el 10 de diciembre de 1983, Alfonsín decidió su primera medida de gobierno: el decreto de anulación de la autoamnistía dictada por el último presidente de facto, Reynaldo Bignone. Era la vía libre al enjuiciamiento de las juntas militares. El impacto por la medida, sin antecedentes en países que salían de dictaduras, ocultó un gesto que el presidente radical eligió tener con el peronismo, la oposición. Al poner en el golpe militar el punto de partida de la revisión de los derechos humanos, Alfonsín eliminaba una eventual persecución judicial a los protagonistas del gobierno de Perón que no pudo completar Isabel. La propia ex presidenta fue una invitada especial a la asunción del mandatario radical. La señora ocupó la primera fila en el recinto de la Cámara de Diputados junto a Arturo Frondizi, el otro presidente democrático vivo en diciembre de 1983. Si Alfonsín eligió no impulsar el castigo a los crímenes por la represión iniciada durante el último gobierno de Perón, Carlos Menem directamente borró las investigaciones, los procesamientos y las condenas con los indultos a favor de 1.200 militares represores, de jefes montoneros y de alguno que otro dirigente peronista afín a los guerrilleros. Néstor y Cristina vuelven a la plaza. Treinta años después del regreso de Perón, el 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner juraba como presidente en nombre de "una generación de luchadores que sufrieron la tortura, la desaparición y la muerte". Hablaba de los crímenes de la dictadura. Pocos registraron que también mentaba la persecución que habían sufrido sus amigos "filomontos" a manos de los "fachos", tal la jerga que llegó desde esos días. Si la aparición de la Triple A fue contemporánea del fastidio de Perón y de Isabel con Montoneros, la investigación de crímenes contra los derechos humanos cometidos antes de 1976 por grupos de derecha es afín a la lectura que sobre el pasado tiene el matrimonio presidencial. De hecho, no se conoce que la Justicia aliente la reapertura de la investigación de actos terroristas cometidos por Montoneros, grupo que es caracterizado en los discursos oficiales de hoy como integrantes "militantes revolucionarios que querían cambiar el país". Por lo demás, Kirchner es el primer dirigente peronista importante que rara vez cita a Perón. En el acto multitudinario que hizo el kirchnerismo del 25 de mayo del año pasado, en Plaza de Mayo, apenas si lo ubicó "en la historia". En la intimidad, afirman sus allegados, suele descargar su rencor por la decisión del general de refugiarse en el sindicalismo y en la derecha y no atender el reclamo de la juventud peronista manejada por Montoneros de llevar el país hacia un proyecto de izquierda. Los tribunales están así habilitados políticamente. Las investigaciones recién comienzan a avanzar y tienen en la orden de detención de Isabel Perón apenas el primer dato espectacular. El peronismo todavía no se decide a iniciar su debate. Tal vez no lo haga nunca. Ya fue suficiente con lo que vivió en los últimos 30 años: sobrevivió a sus enfrentamientos de los ‘70, a la dictadura que lo quiso borrar del mapa, a la derrota frente a Alfonsín, se hizo liberal durante la década menemista y ahora gobierna en nombre del populismo progresista. Demasiado como para afrontar un juicio político que puede terminar con Perón en el banquillo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario