enero 09, 2007

DPEC o AGUAS - GRAN NEGOCIO


Que se haga la luz

Por Alberto Medina Méndez



Duras jornadas han pasado y siguen pasando los pobladores de dos localidades correntinas. Alvear y La Cruz han sufrido no sólo la ausencia de energía eléctrica por muchas horas, sino lo que más preocupa, un estado de abandono moral mucho más difícil de soportar.Es cierto que la crisis energética se está haciendo sentir en muchas zonas de la República Argentina. Más allá de los contradictorios discursos oficiales que tratan de minimizar una realidad que se presenta a gritos, los problemas de infraestructura van mucho más lejos.La mayor demanda de energía que proviene de las expectativas de muchos sectores de la economía, como así también de una sociedad que se anima a consumir más no son las únicas razones que explican los tremendos desequilibrios y las cada vez más notorias ausencias de oferta eléctrica.Años de desinversión, la improvisación como método y un abordaje poco serio para una problemática sensible para todos forman parte de una explicación, tal vez, un poco más cercana a la verdad.A estas alturas no podemos negar que si estas largas horas, estos bochornosos días, sin servicio hubieran sucedido en nuestra Capital, otras hubieran sido las actitudes de quienes detentan el poder. Otros también los tiempos de respuesta.Los provincianos muchas veces nos quejamos del centralismo porteño. Hablamos de ese falso federalismo del que creemos ser víctimas, pero que en cada oportunidad que nuestra infantil interpretación de la democracia nos propone, dejamos pasar y confirmamos ciegamente. Sin embargo en nuestras propias tierras replicamos esas detestables prácticas sometiendo a las localidades con menos pobladores a depender de decisiones centralistas y solicitar servicios que les pertenecen tanto como a los capitalinos.No es nada nuevo lo que sucede, sólo otra página más de una historia de abusos y desamparos con los que convivimos en esta versión unitaria de la política que hemos decidido refrendar abiertamente. Está claro que las soluciones no son ni el piquete popular, ni el reclamo mendicante, ni la actitud funcional que reivindica al monopolio. No pasa por habilitar decisiones tan arbitrarias como el gerenciamiento. Eso sólo es cambiar el collar sin cambiar el perro.Los monopolios no son buenos aliados. Sólo imponen. No se trata de pedirle a los gobiernos que refuercen la acción de los monopolios, ni que cambien de, funcionarios, directivos o ministros. El problema estructural de los servicios públicos en la Argentina es bastante más profundo. Si no queremos caer en una nueva frustración no tentemos a los oportunistas de siempre, que son capaces de reproducir negocios, favores, privilegios o prebendas. Sólo les dejaremos el arco vacío para que concreten su próximo logro.Muchos intereses se juegan en esto. La población no puede caer tan mansamente en esa trampa y terminar siendo nuevamente rehén de los manipuladores profesionales. Los problemas deben enfrentarse atacándolos desde sus raíces más profundas. El resto es sólo la política del parche. La experiencia dice que no nos lleva a ningún buen puerto.Algunos intentos genuinos que nacieron de los propios vecinos le han brindado verdaderas respuestas a muchas localidades de la provincia, venciendo aquel viejo mito que dice que el Estado es el único capaz de proveer servicios públicos. Tenemos abrumadoras demostraciones de que los ciudadanos que son capaces de retomar el poder de sus decisiones y poner esa fuerza que se utiliza en reclamar, en la acción creadora y emprendedora, pueden construir un destino más digno y libre para las generaciones futuras. La historia naciente de esta Nación está plagada de estos ejemplos. La Constitución de 1853 brindó oportunamente las herramientas más adecuadas. Muchos argentinos luego se ocuparon de cambiar el rumbo. Cuando el poder vuelva a las fuentes, es decir a cada habitante de cada localidad, otra será la historia. Para ello, sólo falta tener el coraje de asumir nuestras propias responsabilidades y dejar de lado esa cómoda costumbre a la que nos acostumbraron en las últimas décadas de delegar responsabilidades en quienes no sólo no pueden asumirlas, sino que se adjudican la caprichosa potestad de decidir qué, cómo cuándo y dónde se hace cada cosa. La luz, por estas horas, ha regresado a La Cruz y Alvear, pero vale una aclaración, sólo se ha recuperado la energía eléctrica provista por el monopolio de siempre. Es tiempo de que los habitantes de esta, nuestra tierra, que se abrió tantas veces paso en la historia argentina, vuelva a analizar que rol desea tener respecto del futuro. Sino queremos que esto quede como una anécdota, es tiempo de repensar. Esperemos que se haga la luz.

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